viernes, diciembre 16, 2005

Guatón de Rojo. ¿Qué haré contigo?

Cuando trabajé en KFC, conocí a mucha gente.
Como generalmente me encontraba visible, me podían ver muchas personas y yo a ellos.
Además de los consumidores, se acercaban también al mesón la gente que quería pasar al baño. Como por políticas de la empresa, nadie podía entrar al baño salvo la clientela, la gente que pasaba por la calle y se encontraba en esa situación apremiante como no habían consumido en el local, no podían hacer uso del trono. Entonces si le preguntaban al guardia, debían irse por donde entraban y con más ganas de entrar al baño que antes. Pero a todos les iba bien cuando me preguntaban a mí. Claro, cuando no estaba el guardia ni mi jefa y/o el gerente cerca de mí; yo los hacía pasar a todos sin ningún a
tado. Es que encuentro bien torombolo que no se pueda entrar a un baño sin haber consumido en el local.

En fin, además de los clientes y de las personas que querían pasar al baño, se acercaban también los que acostumbraban a pedir en la calle. Generalmente en la caja no hay muchas monedas y estos loquillos caían como del cielo, benditos, todos con sus monedas para ser cambiadas por billetes justo en los momentos en que ya no sabiamos qué hacer para dar el maldito vuelto de $10 y de
$100 en las típicas promociones de $1190. Se ponían a un lado, contaban las monedas y hacíamos el cambio.

Con el tiempo uno comenzaba a notar que la gente se repetía. EL oficinista que se venía a comer su Ke-Crunch a las 8 de la tarde, el "lolo" que almorzaba todos los días su pollo con papas, la señora que llegaba los domingos por la tarde, vestida de buso a comer nuggets, ensalada y papas fritas. Recuerdo una ocasión en que estábamos con mucha gente y las papas se habían acabado y yo había prometido llevarle a la mesa sus papas a penas salieran. Sucedió que se acabó el horario pick y yo estaba relajadamente contando ketchup, cuando la señora se acercó y me pidió
amablemente sus papas. Puse mi mejor cara. La señora me miró y me dijo con una sonrisa que no me preocupara, que me había visto super apaná (terminología usada para denotar que el goma del goma, está con toda la pega, trabajando a full, en donde las posiblidades de error son altísimas, donde un reclamo puede llegar en el peor momento del empacador y el cliente puede llevarse un ladrido y un mordisco por parte del trabajador). Desde ese día se transformó en mi clienta favorita. Así daba gusto tratar con la gente.



Así como uno empezaba a reconocer a los consumidores, empecé a reconocer a la gente que pedía ir al baño. Algo extraño pasaba, ¿no?. Al poco tiempo descubrí que la mayoría de ellos pedían limosnas en la calle y que su baño era el de KFC y que para otras su oficio era el más antigüo del mundo. Cómo no haberlo notado antes!. La excusa era siempre la misma. Poner cara de congoja, frotar el abdomen en señal de dolor y pedir el baño... a propósito de baño, me acordé de una vez en que los fui a limpiar (los W.C.) y me encontré con la gran sorpresa gran (no, no eran monstruos flotantes. A eso estaba acostumbrada). Había un hombre completamente desnudo "bañándose" en uno de los lavamanos. Creo que fue una de las cosas más cuáticas que me tocó ver en esa cuestión. Yo siempre tenía la precaución de mirar con sigilo para ver si había alguien en el baño de hombres y así poder realizar mi labor con tranquilidad; en esa ocasión con la sorpresita salí disparada a buscar al Alvaro, mi partner driver que me enseñó a andar en moto, para que me ayudara y viéramos que hacer con el hombre. Al final para cuando llegamos de vuelta, el tipo ya estaba vestido y se iba tranquilamente del lugar. Después se rieron todos y bromearon conmigo todo el día.


Siguiendo con la historia, como dije antes, generalmente yo me encontraba a la vista de todos y conocí a bastante gente. Y el más joroschó de todos fue Daniel. Un negro ecuatoriano que tocaba una caja (instrumento musical). Durante la semana Daniel tocaba en alguna calle, se hacía unas monedas y las iba a cambiar a KFC . Los fines de semana tocaba en un local de Bellavista. Conversábamos con Daniel cuando por las noches me tocaba hacer el cierre de local y me iba yo a limpiar los baños. Mientras yo limpiaba, conversábamos. Conversábamos cuando no había gente y uno se podía poner a conversar desde el mesón, sin ningún apremio. Conversábamos a veces, para mi hora de almuerzo en alguna mesa del local, cuando me tocaba hacer un doble turno, cosa que ocurría cerca de las 5 de la tarde. Hablábamos de temas variados; de la familia, el trabajo, los sueños sin cumplir, de mi estancia en ese lugar y de muchas cosas más.

En una de esas ocasiones conversábamos de los padres y de lo poco que a veces se les reconoce el sacrificio hecho para dar con un regalo a los hijos. Con eso llegamos al tema de la navidad. Yo le hablé de una de mis más memorables navidades en que yo creí y juré de guata haber visto pasar al guatón de rojo con su trineo por el cielo. Que eso había hecho de mi infancia algo bonito. El haber creído que los regalos los daba el viejo pascuero, que existía ese alguien con una magia que hacía que todos tuvieramos regalos... mis amigos del pasaje, mis primos lejanos y cercanos, todos en la misma noche, con regalos aparecidos de la nada.
A mí eso me trastornaba (pero en buena!).


Yo relaté mi historia feliz, juraría que me debieron haber brillado los ojos cuando le conté eso a mi negro amigo. Pero rápidamente Daniel, hombre de familia, casado con una chilena, con dos hijas, me dijo: "Sí, muy bonito lo que cuentas, pero ¿sabes?, mi hija menor tiene 4 años y sabe que quien da los regalos soy yo. Ella sabe que el viejo pascuero no existe. Yo mismo me encargué de explicárselo. Porque creo que no es justo que ella no sepa el esfuerzo con el que le son entregados los obsequios. Que su padre ha trabajado para entregarle lo que quiere y que se lo da con mucho amor".

Yo quedé pa`dentro. Le encontré absolutamente toda la razón a Daniel. Pero me quedé pensando en lo que había sentido en esa noche de navidad en que vi pasar volando al viejo pascuero, en que me había sentido más feliz que la cresta creyéndome la única en el mundo, en que -boquiabierta- sentía que el corazón se me saldría del pecho en cualquier momento. Una noche en que aún creía en el viejo pascuero.

10 comentarios:

danieLa® dijo...

He leído en varios blogs de amigos, relatar historias de navidad, y a muchos contando sus aventuras con el viejo pascuero.
Yo de verdad no busco hacer llorar a nadie, pero creo que nunca creí en el guatón de rojo, y por lo tanto tampoco lo ví.
De todas formas pienso que es lindo que los niños vivan esas tradiciones, y piensen que es verdad que chanta claus les trae los regalos. Para qué decirles a los 4 años que son los papás quienes les compran los regalitos, si es difícil que entiendan a esa edad todo lo que significa trabajar y bla bla bla.
Yo afortunadamente, puedo disfrutar con mi sobrinito de 4 años también, como se ilusiona y tiene la chimenea vigilada por si se asoma el mandamás de navidad a vigilarlo, porque lo tengo amenazado para que se porte bien, jejeje.

Saludos chiquilla.

PD: creo que me excedí con el comment, sorry.

Rantes dijo...

creo que los niños tienen derecho a soñar, nadie es dueño de sus hijos como para decidir donde termina su fantasia y empieza su realidad, y encuentro muy salvaje y retrogrado eso de enrostrarle a un niño de cuatro años que su padre se desvive trabajando para que él tenga un juguete, casi canalla.
Rantes, luchando por los Derechos del Niño(a)

Francisca Westphal dijo...

Voy con rantes, creo que los ninhos tienen derecho a sonhar, ya tendrán la vida entera para prender de esfuerzos, agradecimientos, tarjetas de créditos y demaces, por mientras que vivan y sean felices con la ingenuidad con la que llegaron a regalarnos su felicidad. Tu noche mágica vale cualquier esfuerzo... un abrazo negrita

Willy dijo...

ja ja ja... yo también, en una lejana y oscura época de mi vida, trabajé como team de servicio en KFC... lo mejor era arrancarse de vez en cuando al área de cocina, y por arte de magia, hacer aparecer una empanadita de queso en la mano... ja ja ja... Matanga! (o en las tardes de calor, asomarse un ratito al freezer donde guardan las papas fritas congeladas...)

Ésa experiencia me ha quedado grabada por un hecho lamentable también... un chuchesumadre (perdón por la expresión, pero éso es lo que es) que se supone era "compañero" de labores me cagó con mi reloj... Moraleja: ponle doble candado a tu locker! (y no confíes en nadie, obvio)

(Nada que ver con tu post, pero nunca había conocido a nadie que trabajara en KFC)

Saludos.

W.

Anónimo dijo...

qué buena historia ricardis, veo que anda más iluminada que arbol en navidad y eso me alegra mucho... yo quiero que mi hijo viva su fantasía lo más que pueda, para qué sacarle en cara qeu uno se esfuerza comprandole los regalos, cuál es la idea, retribución a futuro??? no mi niña, viva sus sueños como quiera y no deje que nadie le cambie la historia, viva la navidad y viva el viejito pascuero, cariños....

Nacha Cocó dijo...

yo tb trabaje en el kfc.....3 dias no mas

enb el de paseo las palmas, uno de los + populares de stgo.... pero lo ncontre askeroso....

despues spe de la demanda de hernan hevia, justo al mes ke me fui de ahi....jajaja

como sea....tb conoci esa gente ke se bañaba....

asi es la vida....una tombola....

bye....

visita por estos lados....

Astrodog dijo...

Y después dicen ke el trabajo dignifica.

Ricarda dijo...

Gracias a todos por sus comentarios, pero, por la misma mierda... dejo de poner las letritas verificadoras y me llega Spam de una!!!

Así nadie puede, looo-cooooo!!

Atrapada dijo...

Orni

Me hiciste recordar esa vez en que yo tambien jure de guata haber visto una bota del guaton colorao, me tenian encerrada en el baño, para que el viejo no me viera y se fuera a asustar, y yo la muy pilla, igual saque la cabeza y eche una mirada, en mi inocencia infantil, me quede plop creyendo que lo que vi era una bota del viejujo ese... na que ver... ahora lo sè.

Pero pucha que me alegrò la noche, ademas me trajo una bici... nada mal, no??

Voy a dejar que mi hijo crea todo lo que pueda en el gordito colorinche, quiero que sus ojitos brillen esperando regalos traidos por el viejo y sus renos... yo sòlo quiero que èl sea feliz.

Saludos vieja chica, nos leemos.

greenlightning dijo...

bueno asi es la life son utiles los baños de los restaurantes de comida rapida a veces
de hecho es lo que hay que usar en esos momentos extremos, auynque hay que hacerlo piola ^^
ta bien que se bañe el tipo al menos cuida su higiene

saluos