viernes, octubre 21, 2005

Historias con Naftalina 2/3

La Parte Seria

Llegué a KFC con un poco de orgullo, pensándome superior, con la pedantería que nos da el buen vivir y los mimos. Provengo de una familia de clase media, que ha pasado por problemas económicos, como tantas otras familias, pero jamás me faltó lo necesario para estudiar, vestirme, comer y vivir con el relajo que nos da el sabernos con un poder que no todo el mundo tiene. Siempre que necesité o quise algo, lo obtuve. Quise un violín, un computador, una guitarra... Un poco de mal crianza tal vez, pero nada que me marcara como una persona desagradable y poco amistosa.
Con todo eso llegué a ahí, pensando en pagar mis culpas a la sociedad. Sin embargo, quien recibió un pago jugoso y suculento fui yo.

Recuerdo entonces, a mis compañeros de labores de KFC. Personas con muy poca educación estudiantil. Me asombró mucho la escolaridad de mis compañeros, ellos también se sorprendieron con la mía, cuando en un determinado momento debí contarles del porque de mi estancia en ese lugar. Debido al lugar donde había estudiado, me decían también, la “cerebrito”.
Desde que me enteré de la situación que vivía la gran mayoría, sentí vergüenza de mí. Una vergüenza un poco tonta quizás, pero me abrumaba de sobre manera el abismo que existía entre ellos y yo.

Todos trabajaban para tener lo que querían... lo que necesitaban, para subsistir, vivir de ese mugroso pago de fin de mes que ni siquiera alcanzaba el mínimo del salario que estipula ley, pero que mediante subterfugios, legalmente nos robaban. Trabajando con el peso del cansancio que se acumula día tras día, sabiendo que debes, además, responderle a una familia.

Yo les entregué lo que pude. Un poco de aliento, un hombro para llorar el mal día, alegría para cantar cuando el público no era mucho y yo me encontraba adentro: entre la cocina y las freidoras, donde solo escuchan quienes trabajan ahí, hacia fuera, ningún ruido. Les cantaba a Serrat con “Hoy puede ser un gran Día”, pero nada les cautivó más que “El Vals del Obrero”, una canción, bastante burda, pero nada que una letra representativa de nuestra situación y un buen CD, puesto en la radio del cocinero, no pudiese solucionar. A dos días de haber puesto la música, ya la habían memorizado casi todos y luego bastaba que alguien la entonara, para que saliera todo un coro cantando y animando.

Los ayudé con lo que tenía: El estudio. Dos de mis compañeros asistían al colegio para obtener la enseñanza básica. Trabajan de 10 de la mañana a 5:30 de la tarde. Al salir recibían su colación, se dirigían a una mesa del local y ahí, entre bandejas y comida mala, hacían sus deberes escolares. Yo me sentaba con ellos y los ayudaba, a veces también, sabiendo el hambre que nos daba a esa hora, les daba mi colación. A las 7 de la tarde yo me iba a casa a comer y descansar y ellos a la escuela, hasta las 11 de la noche.

Nada se compara con lo que me enseñaron.

Realice los más variados oficios al interior de ese lugar, todos los que jamás había realizado en mi vida, todo lo que no había trabajado y aprendido. Fui cajera, mesera, empaque, personal de aseo (de baños, de local, tanto por dentro, es decir, lo no visible al público, como por fuera), aprendí a trapear el piso como debe hacerse, haciendo con los brazos un movimiento en ocho, para no dañar la columna, un poco de fontanería y Station, el nombre que recibían quienes se encargaban de preparar los sándwich, ensaladas y de freír papas, empanadas y nuggets. Ninguna ciencia, nada difícil de aprender, pero de eso, yo no sabía nada.

De ellos aprendí, pero no lo saben.

El buen ánimo se extendía a los compañeros “Drivers”. Los chicos que se encargaban de entregar los pedidos a domicilio. Conversábamos mucho. De lo peligroso y entretenido que era repartir arriba de una moto. El tiempo apremia y la entrega siempre se debe realizar dentro del período estipulado: Media hora. Entre lo que demoraba a veces el Station en preparar el pedido, la ubicación del lugar donde se debe entregar y el traslado, la media hora se escapaba rápidamente, entonces al repartidor no le queda más que “volar” en su moto y ahí se encontraba el peligro. Conversando, les dije que no sabía manejar una moto, pero que sí poseía licencia para conducir auto y que siempre me había llamado enormemente la atención aprender. Sin vacilar me enseñaron. Y entre autos, dentro de un estacionamiento aprendí a andar en moto.
Para los días de doble turno, durante mi hora de colación, me iba a la “OFICINA DRIVER” a ver DVDs. La Oficina Driver, era el estacionamiento. El jefe de los repartidores tenía arrendado dos espacios para automóviles a los residentes del edificio habitacional que estaba contiguo al local. Como su lugar daba junto a la muralla, le bastó con poner un portón, alfombrar el piso e instalar un sillón y un PC, para que su oficina quedase habilitada. Ahí, me comía mi colación, sentada en un pisito junto los “drivers” y al jefe de ellos.
En ese lugar, bebiendo cerveza, junto al resto del personal, sentados todos en la alfombra me despidieron cuando decidí irme de KFC.

Yo podía hacer eso. Ellos no.

Yo me puse a trabajar para encontrar mi redención... y la hallé.

Pero ellos no lo saben.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Tu encontraste tu redención y algo más...que en definitiva es lo importante: Valoras mucho más lo que tienes, tanto material como espiritual. Debes darle buen provecho a ambas cosas, especialmente a los conocimientos que como una buena mujer renacentista has ido acumulando, ja! Sé que lo vas a hacer bien, en lo que sea.
Cariños!!

Atrapada dijo...

Increible que de las personas que uno menos espera, se termine aprendiendo cosas valiosas que nos sirven para el resto de la vida, a veces es bueno agradecer en el momento justo tambien.

Que bueno que de un trabajo tan penca hayas sacado en limpio lecciones de vida. Felicitaciones!!!

MarioSillard dijo...

que bonito, de verdad...

como q me tocó este post... me sentí muy identificado contigo con lo que dices al princpio, salvo que nunca le he trabjado un peso a nadie :S

muy weno lo tuyo...

greenlightning dijo...

cierto se establece como una fraternidad entre compañeros de trabajo aunque afuera de el jamas le hubieses hablado

saluos

Ricarda dijo...

A mi estimad@ usuari@ anonimo@ (Dejeme decirle que su escrito LA DELATA, tengo el honor de reconocer hasta tus mensajes de texto: compañera hasta el año pasado, amiga desde noviembre del mismo año... Ahora bien, si me equivoco, pido disculpas, por otorgar las palabras a otra persona): Una poderosa palabra para ti: GRACIAS.

Atrapada: Supongo que la sabiduría es más que saber de libros y otras materias, el hombre simple de pensamiento es capaz de entregarte grandes lecciones tambien.

Mario: Yo tampoco le había trabajado un peso a nadie hasta esta ocasion. Nada se compara a lo que se adquiere en contacto con las otras personas. Todo el mundo te puede decir que el trabajo dignifica, pero tu no lo sabes hasta que lo vives.

Greenlightning: Siempre que exista una "penuria" en común, tarde o temprano la fraternidad se genera.

Saludos y Sed felices (En honor a Don Casimiro, que se ha salido de circulacion).

Ricarda dijo...

Emilia!... : Créeme que lo he escrito para no olvidarlo yo misma. Porque a veces, necesitamos recordarlo.
Importante lo que aprendiste: NO quejarnos de lleno.

Francisca Westphal dijo...

Hay humildad en tus palabras y eso te permite aprender más allá de lo evidente. Gracias.

Rantes dijo...

bellas palabras que nos demuestran como te convertiste en una mejor persona, la sabiduría(según propia experiencia) se encuentra donde menos esperas, y por lo general esta lejos de los libros y la gente ilustradísima. hermoso post, ahora si que no podré dormir hasta la próxima entrega.
saludos y cariños

Anónimo dijo...

wow mi niña, esta es profundidad extrema y te felicito, grandeza de ver entre todo lo malo cosas buenas de las cuales uno puede aprender, conocer y entender... no todos tienen la misma suerte de nacer en un lugar donde te querrán y se esforzarán para dar todo lo que los hijos necesitan, no siempre la gente tiene esa posibilidad, encuentro genial que lograras compartir, ayudar y conocer a esas personas, que no por tener menos se les debe juzgar al contrario.... feliz estoy por tu encuentro con la redención y que tengas todo para surgir.... genial tu post, lo leí con calma y me llegó....

Daniel el grande dijo...

Te digo que a veces me sorprendes, srita de la CIA. Me encantó el post, "la otra" también sabe escribir bien. No hay que olvidar ser agradecidos con lo que la vida nos ha dado. Mi padre qepd, me lo dijo mil veces; él fue paletero, maletero, cargador, bolero, vendedor de dulces, ayudante de carnicero por necesidad. A mí simpre me inculcó que la única forma de entender la necesidad es trabajando. Así que yo he hecho varios trabajos, de mal sueldo y hasta de puerta en puerta. Siempre eres tú el que más gana.
Daniel Ríos

tierragramas dijo...

muy bello... A mí me pasó algo parecido... Trabaje- antes de dedicarme al Diseño Gráfico- de jardinero junto a personas bien sencillas y humildes... Ellos me enseñaron mucho el valor de las cosas... No precisamente las materiales...

Saludos