El Dulce

Había olvidado lo que hoy me sucedió. Cómo no mencionarlo.

Clases de Ciencias Sociales, historia de Chile y esas tonteras, mi cuarta clase apenas en ese mundillo preuniversitario, al que forzosamente he vuelto.

A penas 4 clases y yo solo conversaba con unas niñas gorditas que me son muy simpáticas, pero muy aburridas. Para alguien como yo que se deshace en bromas todo el tiempo, era un suplicio aguantarme en el transcurso de la clase -donde no vuela ni una mosca, ni un pobre flatito siquiera- los chistes tan solo para mi, reime sola como una besuña en mis tallas espontáneas, sin mucha gente que conversar y prestando demasiada atención al profesor Salomon que tengo para los días jueves.

Imaginen esto: Estoy toda la mañana, desde las 9 a las 14 hrs metida en la misma sala, con los mismos pelmazos y en 5 horas nadie dice nada, todos se miran y se quedan mudos a la hora del "recreo". A mi me salvaban las gorditas, que les encanta ir a pararse al frente del quiosco a mirar y decidir que es lo que comprarán, pero Yo me aburro. Asi que hoy decidí no acompañarlas y quedarme con los que se quedan en la hedionda sala a esperar la clase siguiente (parece que les encanta el olor a axilas, rodilla, pensamiento y demases... y me miran feo cuando les abro la puerta para oxigenar la sala).

Terminó el primer módulo, comencé a guardar mis lentes y vi el puñado de dulces que había puesto por la mañana en el bolsillo de mi mochila, con el fin de mandarle comida al cerebro para la agotadora jornada... y entonces sucedió. Lo videe todo clarito, clarito y era una idea de esas joroschó que solo a mi se me pueden ocurrir.

De un momento a otro todo se volvió como una película de Tim Burton, como una escena de algun libro de García Marques, fue un momento de lo más mágico que pueda pasar en la vida real.Tomé todos los dulces, me levanté de mi silla y con una sonrisa de las que solo me salen cuando lo que hago es realmente sincero y bueno, pregunté: "¿Alguien quiere dulces?". Se quedaron todos pasmados, mirándome, atónitos, trátando de codificar mis palabras, lo que esa loca parada adelante les quería decir y, al rato (son medios lentos estos cabros) sonrieron, uno -medio confundido- levantó su mano y me lo pidió, luego otro y otro y otro.

Rematé todos mis dulces entre muchas bromas y risas, después salí de la sala a tomar aire. Cuando volví, todavía estaban todos sentados, pero me miraron, se rieron y una niña me llamó a su puesto, nos pusimos a conversar, otra comentó algo, uno se rió del comentario y se unió...

Comenzó el segundo bloque y la clase ya no fue tan silenciosa.
Fue un alivio.